Tal vez sea un error. Un error fatal, a largo plazo.
Porque tú, cuando ya tienes cierta edad, y encuentras que no son tan normales tus funciones corporales últimamente, vas a consultar al médico. Y el médico, que en el momento de tomarte la presión arterial se convierte ante tus ojos en tu salvador y tu verdugo, te dice que debes cambiar tu dieta y hacer caminata, porque tienes el colesterol alto y la presión por encima de lo que se considera normal, y otras historias que hacen a tu costado fisiológico. En resumidas cuentas, te echa en cara un estilo de vida, ese, el que llevabas, para exigirte una nueva existencia, donde las papas, el arroz y la austeridad serán el basamento de tu futura cotidianidad.
Pero claro que el médico tiene razón; además, es de tu confianza; no forma parte de la lista de los ladrones de guante blanco.
Tiene razón, decía, pero ha olvidado decirte que necesitas –imperiosamente– encarar la vida con mucho humor. Deben los médicos reconocer que la risa, las bromas, las carcajadas, forman parte de la dieta y de la medicina de la nueva persona hipertensa que recoge el mundo.
Así, haciendo chistes, dándole cuerda al humor, que es la aspirina del cuerpo, puedes empezar el recorrido de recuperación de tu salud.
No hay nada que enferme más que el mal humor. Aquella recomendación de tu galeno, tan lisa y tan plana, donde no está presente la dosis de chistes que precisas incorporar a tu medicación, es incompleta, carente de sabiduría, y por lo tanto inútil. Pero tú naciste para ser feliz. O al menos para tener momentos felices. Y esos momentos de alegría, que hacen que mejore tu digestión, son el calcio, el fósforo, los oligoelementos y los minerales que potencian tu esencia.
Los médicos te salen al paso con un criterio estrictamente médico. Y no te hablan de la simpatía de los niños con quienes es posible mantener una fresca y espontánea relación. Es más; hay muchos médicos que están enfermos; allá, en el fondo, su problema es su humor rayado. Huye de ellos.
Programa cita con otro.
Cuídate; pero no olvides que el mejor antiherpentensivo es esa risa que acelera el torrente sanguíneo para que tu corazón eche a funcionar perfectamente.
De hecho, tu problema, en gran parte, está ligado a la falta de humor.
Los médicos no lo descubrieron, pero yo sí, y te digo que haces mal en seguir rodeado de esa gente de ceño fruncido y malas maneras de hablar, así como de escasa cortesía.
Te recomiendo un programa de televisión divertido. Alguna vez tendrías que cambiar de canal, y dejar atrás esas películas de finales dramáticos.
Toma amistad con los perros. Verás qué sabios son. ¡Cuánta vagancia y despreocupación! ¡Cuánta energía en sus ladridos! Ah…., las nobles bestias de nuestras vidas.
Corríjete a ti mismo cuando caes en la tristeza. Tú eres el médico de tu humor.
La tristeza es un error. Una infección que no debe llegar a tu sangre.
Debes ser feliz por sobre todas las cosas del mundo.
Los reyes mandaban traer ante su presencia a los bufones y a los payasos para reír.
Arrímate a los sanos de alma. A la gente sincera, sobre todo.
Escucha un chiste de Mario Ferreiro. Festéjalo.
Esfuérzate por ser feliz.
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